Hoy, 8 de marzo, se conmemora el Día Internacional de la Mujer. Ya mucho se ha hablado de su historia y sus orígenes, siendo institucionalizado por la Organización de las Naciones Unidas en 1975, aunque sus antecedentes sean aún más antiguos.
Cada vez se avanza más en los ideales que conformaron su instauración, siendo éstos la lucha por la igualdad de oportunidades, la participación y el empoderamiento de la mujer. A fecha actual, a la vista pública, casi se han logrado estos objetivos, pero aún faltan políticas de integración para ejercer los derechos ya ganados.
La parte oscura, sin embargo, trasciende lo público e incursiona en lo íntimo. Ahora la lucha es por el respeto y la integridad. Ya no son las leyes, figuras políticas ni educación lo que amenaza el libre desarrollo de la mujer, sino los individuos, los que actúan fuera de la legalidad, la moralidad y el respeto.
Es evidente que falta mucha educación, empatía y consideración, tanto en la parte gubernamental, como en lo personal, es necesario un cambio de paradigma total, donde las micro agresiones sean tratadas como agresiones; donde la vigilancia no sea para evitar que las mujeres se expongan, sino para garantizar su seguridad; donde las palabras dirigidas hacia ellas sean para edificar, no para denigrar; donde ellas hablen y sean escuchadas.
Las fechas avanzan, los y las defensoras del movimiento cambian, las trincheras se reubican; son la lucha, los ideales y la fuerza para alcanzarlos los que permanecen. Todas merecen poder sentirse respetadas, seguras y empoderadas de sus propias acciones.
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